miércoles, 7 de diciembre de 2016

¿ENSEÑÓ JESÚS A JUZGAR AL OTRO? ¿ES DE CRISTIANOS HACERLO? HAGASE EL FAVOR DE LEER (PARTE 1)




Hay dos requisitos claves para entender los versos de la #Biblia:
Pedir sabiduría del Espíritu Santo y leer el contexto en el que se desarrolla ese pasaje leído. El no hacerlo ha hecho que la Palabra de Dios sea totalmente malinterpretada y distorsionada incluso por los creyentes. Una de esas distorsiones ha sido el juzgar al prójimo, defendiendo ese principio no cristiano, con versos de la Biblia. De ahí la necesidad de escribir este post. 

Y es que, me sacude el corazón el ver cómo algunos de mis hermanos en Cristo tienen su alma ardiendo por su deseo de juzgar a los demás. 

Y no sólo que tienen el deseo de crucificar a los otros,  sino que defienden vehementemente ese su "derecho" a hacerlo (los imagino vociferantes, con los ojos desorbitados, la boca llena de espuma),  argumentando versos como Juan 7:24,  donde Jesús dice:  
No juzgueis según las apariencias, sino juzgad con juicio justo. 

O este otro verso, 1 Corintios 6:3 en donde Pablo dice: 

¿O no sabeis que juzgaremos a los ángeles?

Entonces, en su pensamiento, estas personas llegan a la terrible conclusión de que si juzgaremos a los ángeles,  ¿cuánto más a tu vecino, que es un triste mortal?

Sin embargo, quienes argumentan estos versos omiten una regla fundamental a la hora de entender la palabra de Dios: 
Leer el contexto en que las frases fueron dichas.  
Y claro, pedir guía al Espíritu Santo.

Pero vamos por partes:

En Juan 7:24 (No juzgueis según las apariencias, sino juzgad con juicio justo) se habla de juzgar con juicio justo, pero el juicio justo sólo puede venir de Dios, por cuanto entre los hombres, no hay justo, ni siquiera uno.


Romanos 3:10
Como está escrito:
    No hay justo, ni aun uno


Y si no hay un justo de corazón, ¿habrá alguien capaz de juzgar con juicio justo? No señor. ¿Y eso por qué? 


Mateo 12:34
¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca.
 Eso le dijo Jesús a los fariseos. A lo religiosos que decían una cosa, pero hacían otra. Sí, también juzgadores del prójimo. 

Esto trae a mi mente una parábola contada por Jesús: 


Lucas 17:9 A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:
10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano.
11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.
13 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.
14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.

"Cualquiera que se enaltece será humillado..."
Para tomar en cuenta. 

 Pero volviendo al versículo en cuestión (Juan 7:24), cuando Jesús le dice a la gente que juzgue con juicio justo, no le está hablando a sus discípulos. Ojo con eso. Repito: No le está hablando a sus discípulos.
Está rodeado de detractores y a ellos les habla. Cuatro versos más arriba esta gente le ha dicho que EL tiene demonio.


Juan 7:20 Respondió la multitud y dijo: Demonio tienes, ¿quién procura matarte?

Obviamente no son sus discípulos. Como se ve, no está dando un mandato a sus seguidores. Les habla a sus detractores.  También son  detractores de EL los que toman esa palabra y la aplican contra su hermano, porque ese no fue el objetivo original. 

En segundo lugar, les dice a estos detractores que juzguen justamente, pero no se refiere a que juzguen al prójimo, se refiere a EL. Que lo juzguen rectamente a EL. 

Si colocamos el verso inmediatamente anterior al que nos ocupa, se explica mejor lo que digo: 

Juan 7:  23 Si recibe el hombre la circuncisión en el día de reposo,[b] para que la ley de Moisés no sea quebrantada, ¿os enojáis conmigo porque en el día de reposo[c] sané completamente a un hombre?
24 No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio.

 En otra palabras dice: En día de reposo se circuncida, y nadie se enoja. Y se enojan conmigo, porque ese día sano a un hombre?
No juzguen por lo que parece, juzguen con justicia. A MI.

Habla de EL y de su obra en frente de los incrédulos, no de nosotros con el prójimo. 

Pero además, ¿cómo podemos animarnos a juzgar al prójimo, si el mismísimo Jesús dijo que EL no había venido a juzgar a nadie? 
En serio, lo dijo, está escrito. 

Juan 3: 17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
¿Tenemos más derecho que Cristo, para juzgar al otro? 
¿En serio, ustedes juzgadores, creen eso?

Ok. Pero qué dice nuestro Señor con respecto al juicio que consume por dentro a tanto creyentes engañados por aquellos lobos rapaces disfrazados de ovejas? Algo tiene que decir, y lo dice, fuerte y claro.

Mateo 7:7
No juzguéis, para que no seáis juzgados.
Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.
¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?
¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?
!!Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

 En este contexto descrito en los versos de arriba, ya Jesús no les está hablando a sus detractores, sino a sus seguidores. Esta palabra es dada en el Monte, sermón que empieza de esta manera:

Mateo 5:1  Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos.
Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
 (...)
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. 


El que juzga a otro, no muestra misericordia. Y por lo tanto no la recibirá del Padre.


 El verso de Pablo (1 Corintios 6:3) lo veré en otro post, no aquí, para que no se haga tan largo.


Ya sabe. No juzgue. Si hay una persona cometiendo errores, hable con esa persona, exhortela con amor y firmeza, y si no lo escucha, entonces ore por ella. Gánela en lo sobrenatural para Cristo, no la condene ni se condene al infierno por las palabras de su propia boca, por darle gusto a la carne que sólo sabe hacer estupideces, tanto así que tuvo que venir el mismo Hijo de Dios para hacer por nosotros lo que nosotros no podíamos: Reiniciar la relación con el Padre.  No lo eche a perder. Usted no es juez de nada ni de nadie. 
Sólo hay UN Juez y no es de este mundo. 

sábado, 3 de diciembre de 2016

Bartimeo, Jesús y la necesidad de ser valiente







 Ahí estaba Bartimeo, el ciego, el hijo de un tal Timeo, seguro un vecino de esta maldecida Jericó; maldecida por Josué cuando Jehová derribó sus  murallas con mano poderosa y brazo fuerte, algunos siglos antes. 

Sí, se puede especular que es un vecino, porque el evangelista Marcos, discípulo de un discípulo de Jesús, accedió al nombre de él y del de su padre para contar esta historia. (Marcos 10:46).

Además, Bartimeo está ciego, y como tal no puede ir muy lejos de su casa, de su sangre, de su ciudad maldita por Josué al inicio de la conquista de la Tierra prometida. Esta Canaán que se niega y se negará siempre a ser totalmente hebrea. 

Allí ha llegado el carpintero profeta del que todos hablan. Ese que hasta hace poco tomaba la madera sin forma, la trabajaba con paciencia, la pulía y la convertía en algo útil, necesario. Hoy hace lo mismo, pero con los hombres.
Es este Jesús, junto a sus discípulos y a una gran multitud que lo sigue, el que está saliendo de Jericó (Marcos 10:46). 

Sin duda, la fama de este sanador que se ha criado en Nazareth, en la inculta y bárbara Galilea, de donde nunca se ha levantado profeta, es ya todo un personaje. Y no es para menos. 
Los poderes políticos romanos y hebreos, y el poder religioso judío lo tienen en la mira: es un agitador.  A los romanos los pone nerviosos el que se vaya a declarar rey, poniendo en duda el poderío del César, provocando una nueva rebelión judía. Y a los sacerdotes del templo los pone nerviosos el que éste varón siga ridiculizándolos en público, exhibiendo ante los ojos del pueblo cuán hipócrita es la religión que ellos han construído, y con la que han anulado la esencia original de la Ley de Moisés. 
 Y como ya sucedió con Juan el Bautista, también estos poderes no saben aún cómo deshacerse de El. Eventualmente lo harán, se desharán de El al menos por tres días, pero no en este momento en que Jesús entró en la maldita Jericó, y ahora sale de ella, demostrando que en verdad Dios no hace acepción de personas, y si no de personas, tampoco de lugares, porque las personas se encuentran en lugares, así sea en esta maldita Jericó. (Romanos 2:11).
  


Bartimeo, que probablemente se ha pasado así muchos años, sentado al lado del camino,  mendigando, en un estado de opresión física (la ceguera) y de postración emocional y de abandono; es pues este día el mismo de todos los días. Un mendigo, un ciego, al lado del camino de este mundo. Como yo, un día.
Pero algo se empieza a agitar en su corazón.
Está ciego, pero no sordo. 
Ha oido la multitud, aunque en primera instancia no le ha importado mucho. Por ese camino real de Jericó suelen pasar largas caravanas de mercaderes que traen las maravillas de Persia y de Arabia, o escoltas militares de procónsules romanos que a veces le dejan alguna blanca o algún cuadrante para llevar un mendrugo de pan al vientre. 
Pero hoy hay algo diferente. Un nombre empieza a repetirse en sus oídos, que es con lo único que puede ver. Ese nombre es Jesús. El Maestro. 

Entonces es cierto. Es Jesús el Nazareno, del que tanto ha escuchado por boca de viajeros y de desgraciados redimidos, el que está pasando por el camino en apretada multitud. 
La postración de toda la vida, el estado de miseria espiritual que lo ha condenado en ese rincón al lado del camino, se rompe. También algo se le ha roto por dentro. Su corazón arde, su boca se abre, grita, grita como nunca antes lo ha hecho en su vida:  
Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mi! (Marcos 10:47).

De estar en un estado de muerto que respira, atado por las cadenas del pecado y la tiniebla, este varón que no vale nada para nadie, se ha erguido sobre sus pies y ha dado gritos llamando a Jesús, pero no sólo lo ha llamado por su nombre sino también por el título que el Antiguo Testamento le había conferido a este hombre criado por un carpintero descendiente de David: 

"Jesús, HIJO DE DAVID, ten misericordia de mí". 

 La Escritura dice que el Mesías se sentaría en el trono de David (Gobernaría Israel), y por lo tanto será un hijo de este rey,  en la carne. José, su padre de crianza,  desciende de David y ante la ley de los hombres, el Nazareno es un hijo de David, de la tribu de Judá.
Bartimeo, en su ceguera física y en su ignorancia de la ley (pues es ciego y no ha podido leer) tiene una revelación en su corazón y le dice a Jesús, en otras palabras: Mesías. (Hijo de David).

La multitud reprende al miseriable mendigo ciego para que se callara, para que no importune al futuro rey de Israel. El Maestro no tiene tiempo para los nadie, en cambio, ellos, los que lo siguen desde distintas comarcas hebreas desde hace quizá semanas, han llegado primero, deben ser escuchados antes. 

Pero estos que tratan de acallar sin éxito al mendigo que clama aún con más fuerza (y he ahi la clave de su éxito) (Marcos 10:48), no saben que a Dios se le llega por fe y no sólo por obras. Bartimeo es reprendido, insultado, quizá hasta golpeado para que se callara, pero grita el doble, el triple. 
HIJO DE DAVID, TEN MISERICORDIA DE MI!
Está demostrando fe. Y al pedir misericordia reconoce que Jesús es capaz de darla. Y si el único capaz de dar misericordia que sana es Dios, entonces Bartimeo tiene otra revelación quizá inconsciente: Jesús,  es el Verbo, es Emanuel, es Dios con nosotros. Y puede sanar.
 
Tanto el deseo de libertad física, como la osadía de llamarlo a gritos, y además darle el título que los religiosos instruidos en la Ley no le quieren dar, hacen que Jesús oiga esa voz por encima de otras tantas que saturan el aire en ese apretado cortejo que lo sigue, mientras sale de la maldita Jericó, hoy santificada con su presencia. 

Jesús se detiene y con El la numerosa comitiva que le sigue, y manda llamar a este desposeído que le grita cosas a la distancia (Marcos 10:49). 
Si ya era de asombrar el hambre, la forma cómo este tal hijo de Timeo llamaba al Maestro, asombra más la manera en que acude a El. 
Se hiergue aún más del sitio donde ha estado postrado por años, arroja su capa al suelo (aquella con la que se guarda del frío en las noches y se procura sombra en el día, quizá su única y más preciada pertenencia) y abriéndose paso entre la multitud, sin importar las murmuraciones, las zancadillas, las agresiones por recibir una atención tan inmediata, mientras miles de otros no, este hombre que no vale nada para nadie, llega a Jesús. Porque vale para Jesús. Valdrá su sangre preciosa. Valdrá su sacrificio, como vos o como yo (Marcos 10:50). 
La compasión del Maestro envuelve a este ser maltratado por la vida y por los hombres, y responde a su llamado diciéndole: 

-¿Qué quieres que te haga? 

Bartimeo no se anda con ceremonias, ni formalismos, ni se pone espiritual, ni usa lenguaje enrevesado de fórmulas  religiosas. 
La pregunta es directa, la respuesta también lo es: 

-MAESTRO, QUIERO RECOBRAR LA VISTA. (Marcos 10:51).

Si el llamar a gritos a Jesús dándole el título de Mesías, pese a los intentos de hacerlo callar,  ha sido la fe necesaria para que Jesús se detuviera en su andar y escuchara a este hombre; el pedido que acaba de hacer es la demostración de una fe más profunda, una fe que cree que este Jesús puede curar lo imposible, porque Bartimeo sabe con QUIEN está hablando. Esa es la fe que produce milagros.
Su fe está más que probada. 
Jesús le dice: Vete, tu fe te ha salvado.  
Y en seguida recobró la vista , y seguía a Jesús en el Camino. (Marcos 10:52)

Bartimeo recibió la salvación y una vez saciado el pedido, se retiró a seguir su vida como si nada hubiera pasado. No. 
Recibió la salvación y la cura, y siguió a Jesús buscando más de EL, aprendiendo más de EL. Fue un siervo agradecido de su Señor. Y lo siguió.
Vos, que un día recibiste un milagro de Dios... ¿Qué has hecho? ¿Lo seguiste? ¿o te alejaste de El hasta una nueva urgencia?

 
 

jueves, 1 de diciembre de 2016

DEL RIDÍCULO USADO COMO HERRAMIENTA PEDAGÓGICA O ¿EMANUEL O JESÚS? ¿SE EQUIVOCÓ LA BIBLIA?





Hay veces que Dios usa a los personajes menos pensados para darte una lección, una paliza interior que sólo busca levantarte, despertarte, empujarte, desatarte. No es de esas palizas que te dejan botado con el hígado acalambrado, sino una que te hace crecer, te robustece. Aunque en un primer momento vos no lo sabés y creés que todo va mal.

Hace un momento, mientras meditaba en Su Palabra, EL puso en mi corazón un evento que había sucedido hacía ya algunos años, cuando yo recién empezaba este Camino maravilloso de la resurección en vida. 

Aquella vez, un ateo entusiasta y super lector de la Biblia (los hay que la conocen mejor que nosotros) me arrinconó vía redes sociales con una pregunta pública que no pude responder en ese momento.  Y es que a veces, la única manera que hay para que acudamos a El, es en una situación difícil. Muchos han buscado a Dios cuando todo lo demás había fallado. Y aún así, ese acercamiento ha sido para bendición.

De modo que cuando aquel intrépido ateo me preguntó con ánimos de atraparme, por qué Isaías dice que el Mesías se llamaría Emanuel, pero el arcangel Gabriel le dice a María que su nombre será Jesús; confieso que sí, que me atrapó, a mí, el hombre que incluso hasta hoy le cuesta perder. 

 Yo no tenía la más pálida idea de qué responder, de modo que tuve que decir, con un nudo en la garganta que se sintió en cada golpe del teclado, que no. No sabía. Y me dolía no saber. Me dolía en lo profundo.

Sin embargo, comprendí de inmediato dos cosas: Que el Señor me había hecho llegar una maravillosa pregunta, que probablemente en otras circunstancias nunca me hubiera hecho, y de paso, me había dejado una deliciosa lección de humildad. 

El no saber la respuesta, peor, ante un ateo, me había dolido, y ese dolor por ego lastimado era algo poco humilde de mi parte como discípulo de ese, según el ateo de marras, poco probable Mesías de nombres distintos.
Emanuel o Jesús, el Salvador del mundo, el Rey de reyes y Señor de señores, había dicho que el que quiera ser grande debía ser pequeño; que el que quiera ser servido, debía servir primero. 
Y EL no sólo lo había predicado sino que lo había demostrado con su ejemplo. Siendo inocente, siendo el Hijo de Dios, había muerto como el peor delincuente, de la peor manera. Se había hecho el más pequeño de todos, para salvar a todos los que en EL crean, y luego de ese sacrificio había recibido del Padre, el honor de que ante EL se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra.
EL había resucitado al tercer día. 
Y ahí estaba yo, pateado en la vanidad, sin posibilidad de resucitar después de ese golpe. Al menos eso creía yo. En medio del remezón de la derrota, comprendí que no había sido humilde, y que debía trabajar no sólo en saber las cosas, sino en vivirlas, en aplicarlas en mí. La humildad era una de esas cosas que debían pasar del mundo de las ideas, al mundo real en mi vida. Todos los días. 

Esa noche o quizá antes, entré en la Presencia del Señor y le trasladé la pregunta:

¿Por qué Isaías escribía?: 

Isaías 7:14 Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.

Y luego en el Evangelio el Arcangel Gabriel dice: 


Lucas 1:30 Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
31 Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.

Entonces el dulce Espíritu Santo me dio la respuesta de inmediato. No había contradicción entre lo dicho por el profeta varios siglos antes y lo que ahora le decía el Arcangel a María, porque, en definitiva,  no se trataba de los nombres, sino de lo que éstos significaban. 
Al fin de cuentas, cada nombre, el tuyo, el mío, tiene un significado detrás que lo inspiró. Se trata de su esencia. 
En mi caso, Darwin, un nombre bien conocido como de origen inglés, y bien puede ser el resultado de la conjunción de las palabras: Dark wind, Dark wild o Dark win...  Y vaya si fue un nombre muy apropiado para mi vida durante 33 años. 
Y así con todos los nombres. 
Por lo tanto, en el caso del Mesías la figura no era distinta. 
Entonces, cuando Isaías decía que el Mesías se llamaría Emanuel, y si Emanuel significa: DIOS CON NOSOTROS, entonces el profeta estaba diciendo en realidad el atributo que tendría este Mesías, que sería pues eso, DIOS CON NOSOTROS. Jesús estuvo con nosotros, en medio de nosotros, con nosotros.
Cuando el arcangel decía a María que el niño se llamaría Jesús, y si Jesús significa, DIOS SALVA, entonces el arcangel estaba dando además, como el profeta, un nuevo atributo del Mesías, que sería pues el de DIOS SALVANDO A SU PUEBLO en la cruz. Eso hizo también Jesús.
Por tanto, no había una contradicción de nombres, sino un complemento de atributos divinos del Mesías en la Tierra. No solamente que con Cristo, Dios caminaría en medio de nosotros (Emanuel), sino que por EL, Dios nos salvaría (Jesús). 
Jesucristo hizo ambas cosas. Como ya dije, no se trataba del nombre, se trataba de la labor del Mesías aquí.  
No eran palabras contradictorias, eran anuncios complementarios. 

No recuerdo si volví al Face para dar la respuesta correcta a aquel  ateo entusiasta a quien Dios había usado para darme una lección. Lo que sí, es que ese día comprendí que para Dios todo obra para bien, incluso la manifiesta intención de un extraño que busca ridiculizarte públicamente. Ayer estaba herido en el ego, y ahora había crecido en el espíritu gracias a eso, a esa mala entraña, que en realidad era una labor pedagógica de parte de mi Señor, conmigo.
Esa vez tuve la certeza nuevamente de que Dios siempre está en control de todo y que en verdad todos sus caminos son misteriosos.
Cuando no sepas qué está pasando, cuando no lo entiendas, quedate tranquilo, EL sabe, y eso basta. Con el paso de los días verás que es así. 

lunes, 21 de noviembre de 2016

Evo: Dios no va a salvar a Bolivia (...) Del cielo sólo cae la lluvia.




El Presidente declaró emergencia nacional por la sequía en varios departamentos del país, luego de que se anunciara que las lagunas de donde se sacaba el agua para las ciudades, principalmente del Occidente del país, se secaron "aceleradamente".

Y en un momento así, en el que pesa en el corazón el sufrimiento de miles de familias bolivianas que carecen del líquido elemento para beber y para sus necesidades más básicas, es imposible no pensar en aquella vez en que Evo dijo que Dios no salvaría a Bolivia, y que del cielo sólo caía lluvia.
Bueno, parece que ALGUIEN no lo ha olvidado.

Y es que todo lo que decimos, es escuchado en alguna parte. (Si no, mire a la Venezuela del Hugo Chávez que maldijo a Israel desde el "fondo de sus entrañas").
Lo que usted dijo, Presidente,  que ocurría, ya no ocurre. Ya del cielo no cae ni lluvia.

Es curioso. He conocido a dos personas que dijeron esa frase. Una murió muy joven y la otra está en apuros.

En la nota publciada hoy 21 de noviembre en el diario El Deber, Morales dice:
"El país debe prepararse para lo peor"...

http://www.eldeber.com.bo/bolivia/evo-declara-emergencia-nacional-sequia.html

Es que, este oponente no es Doria Medina o alguien al que usted, Presidente, pueda amedrentar con su poder de hombre. No tiene la menor oportunidad contra EL.

Por el bien del país, arrepiéntase de su soberbia, pida perdón, clame, y verá cómo del cielo no sólo que cae agua, sino también nuevas bendiciones para Bolivia.

El Señor le ha puesto un ultimátum para su ejercicio del poder, con fecha de expiración. Usted lo sabe.
Dios le dé sabiduría y bendiga a Bolivia.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

A CASI 200 AÑOS DE LA BATALLA DE EL PARI


A días de los 200 años de la batalla de El Pari, en plena ciudad de Santa Cruz, la más sangrienta y feroz en la guerra de independencia de la actual Bolivia, es imposible no recordar un poco lo que pasó ahí, y los acontecimientos que sucedieron a tan terrible derrota patriota.
Allí cayó el argentino Ignacio Warnes que comandaba a las fuerzas independentistas (cayó en el lugar donde hoy se levanta su monumento, en la plaza Fátima, frente al monumento al Chiriguano). Una bala de cañón derribó su caballo. Warnes quedó atrapado bajo éste y fue ultimado a bayoneta. Se ha dicho que un acto de traición en las filas patriotas no permitió llevarle ayuda al caudillo.
El vencedor del combate, el cruceño Franciso Xavier de Aguilera, comandante de las tropas del Rey, quedó apenas con unas cuantas decenas de soldados en una victoria en verdad pírrrica.
Hernando Sanabria Fernández cuenta que tras el desbande patriota, los comandantes cruceños, Mercado y Cañoto, sugirieron volver para hacer frente nuevamente a Aguilera que con esa victoria se había retomado Santa Cruz. Sin embargo, el mando argentino decidió no volver, y se fue a su patria. 
Entonces el "Colorao" Mercado optó por retirarse a su fortaleza en Saipurú (cerca de Charagua) en donde se hizo fuerte con guerrilleros guaraníes, mientras Cañoto optó por irse a Salta para ponerse a órdenes de Guemes, como ya lo había hecho Juana Azurduy de Padillla, luego de que este mismo brigadier Aguilera hiciera pedazos a las fuerzas chuquisaqueñas comandadas por ella y su esposo, don Manuel Asencio Padilla. 
Cañoto, en su camino a Salta sería sorprendido otra vez por el feroz Aguilera, salvado la vida apenas en la emboscada realista sobre el río Grande. Serviría a Guemes en Salta, donde llegaría al grado de capitán en el ejército de las Provincias Unidas, pero luego volvería a Santa Cruz para reunirse con Mercado en Membiray. Harían incursiones sobre Santa Cruz de la Sierra, y en algún momento,  estallada la guerra civil española entre Carlistas y Fernandistas, estarían a un paso de aliarse con Aguilera para enfrentar a los realistas de Chuquisaca.
Pero aquello no ocurriría nunca, porque llegarían noticias de que en Ayacucho (Bajo Perú) había vencido Antonio José de Sucre, y por lo tanto, el imperio español en la América, acababa de caer. 
Francisco Xavier de Aguilera, que rechazó la anmistía ofrecida por Sucre, se refugiaría en Vallegrande, en donde resistiría dando vivas al Rey por tres años más, hasta su eventual fusilamiento.
En la república, las élites de Santa Cruz de la Sierra que ayer nomás eran realistas, darían la bienvenida a las fuerzas republicanas cochabambinas, que no aceptarían en la ciudad a las guerrillas cambas que habían peleado por ella durante 15 años al mando de Mercado y Cañoto. 
Mercado se iría a Saipurú, y Cañoto, a Jitapaqui (camino viejo a Cotoca), donde moriría en la pobreza.
Vale la pena la larga reflexión, a 200 años de una batalla que le costó la vida a casi la mitad de los habitantes de Santa Cruz de la Sierra. Pueblo corajudo supo ser éste. Un pueblo valiente que al parecer ha olvidado cuyo hijo es. 

martes, 8 de noviembre de 2016

Relato para leer con lluvia



Eran tiempos difíciles para creer en alguien que no fuera el amado líder, el salvador de la patria, ese paternal ser omnipresente cuya imagen firme pero benevolente, salía a todas horas en la TV y se perpetuaba hacia la eternidad en los murales diseminados a lo largo y ancho del cadáver marrón de lo que había sido nuestra antigua república. 
Eran tiempos aún más difíciles para enseñar aquello que no estaba en los dogmas de la inmaculada doctrina oficial, atravesada por un muy sensible laicismo y un humanismo ovolacteovegetariano.
Cualquier pensamiento ajeno a la divina inspiración del salvador de la patria, se hacía digno de la caza implacable por parte de los operadores de la seguridad del Estado, ciudadanos sin madre que en todos los tiempos debieron ser los peores tipos de cualquier país. Pero eran patriotas. Anónimos y sanguinarios, pero patriotas como ninguno. Eran los favoritos del amado líder.
Bajo esa linea de dura censura con la que se anulaba a los supuestos enemigos del Estado, se habían cerrado a palos universidades, grupos filosóficos, partidos políticos, dos grupos de música folclórica, un circo muy ideologizado y absolutamente todas las iglesias cristianas, milenario foco de insubordinación y antipatriotismo a favor de un Dios distinto al amado líder, un Dios invisible que encima de todo, era judío. 
Habrase visto mayor traición a la patria.
Esta fe era vista como una semilla de potencial rebelión, por cuanto nunca se había inclinado ante la emblemática figura del amado salvador de la patria, segura encarnación de los dioses telúricos de nuestro trepidante pasado nacional y único profeta capaz de guiar al país por la promisoria realidad que sólo él podía ver.

Por eso la detención y el encierro de Esteban Z. era cuestión de tiempo.  Él lo sabía. 

Y también lo sabía la pequeña congregación cristiana que pastoreaba en las afueras de la ciudad de K. Lo sabía, pero él no tenía miedo, porque el temor era una muestra de falta de fe. Porque él siempre había vivido en temor hasta el día en que nació de nuevo en la sala de su casa hacía ya tantos años. Siempre había sido un hombre apasionado, cumplidor de su palabra. Esta vez no tenía por qué cambiar. Además, él no era pastor. A éste ya lo habían deportado a trabajos forzados en la selva, de un modo tan violento y eficaz, que no hubo tiempo de elegir sucesor. 
De modo que cuando la Congregación quedó descabezada, él se hizo cargo sin que nadie se opusiera.
Esteban era poderoso en las Escrituras, sencillamente porque todo lo que emprendía lo hacía a fondo, con todas sus entrañas, pero le jugaba en contra el que no se sentía cómodo con el prójimo. Aún así, su sentido de el deber era mayor, al igual que su amor por las almas (casi siempre mal demostrado). Predicaba tres veces a la semana, de pie en el púlpito, incendiado por el fuego del Espíritu Santo, sin diplomacia alguna, certero. Así tenía que ser. Como alguna vez había escrito el apostol Pablo: Impuesta le era necesidad. Simplemente no podía dejar de hacerlo.
Era un hombre de fe, poco dado a dejarse asustar por los hombres.

Por eso, cuando tres de sus discípulos lo secuestraron del bus que lo traía de vuelta de un viaje a las minas de estaño, donde había ido a predicar la verdad para sembrar libertad, supo que algo malo había sucedido, pero no se sobresaltó.
Sus tres discípulos, no bien vestidos, pero bastante aseados en una ruta tan abandonada, atravesaron su carro rojo pasión sobre la vía e hicieron parar el bus en medio de la carretera polvorienta.  Eso sí. Lo hicieron con buenos modales, pidieron por favor y no soltaron ninguna palabrota. Ni siquiera cuando una señora religiosa los acusó de bandidos sectarios que lucran con el dinero de los pobres. 
Hijos del infierno al igual que ese jabalí alemán que un día quedó suelto en la viña del Señor.
Subieron al bus, se disculparon con el chofer y los pasajeros, y mientras la señora recordaba a todas sus generaciones hasta los días de Noé, reconocieron a Esteban Z. sentado al lado de la ventana. Tenía el rostro cuadrado, congestionado por la fiebre de una mala comida y su barba negra de una semana, como la suelen tener los galanes de las telenovelas mexicanas.
 Lo tomaron del brazo con mucho respeto y sin decirle nada lo bajaron. Aún se volvieron para dar las gracias nuevamente y el bus arrancó sin que nadie preguntara nada. Solamente la señora mayor se fue refunfuñando en contra de esos engañosos esbirros de Lutero. Se los reconoce por la carita de santos, pero hoy son una banda internacional de forajidos. Que el infierno cargue con ellos.

Seguro que al principio el método empleado por sus discípulos impactó a Esteban, pero él sabía lo que había predicado en ese cuarto de alquiler en donde la congregación había funcionado los últimos tres meses. Él había usado las palabras de Jesús cuando dijo que había un tiempo para que el creyente sea manso como paloma, y otro para que sea astuto como serpiente. También había citado al apostol Pablo cuando advertía de la osadía de la que podía ser capaz, llegado el momento. Sin duda, este era un muy buen momento para ser osado. Les había enseñado bien.
Tras bajar del bus lo subieron al auto que los esperaba con las placas visibles y partieron con rumbo desconocido. 
-Me secuestran delante de todo el mundo en un auto rojo pasión y con todas sus placas. Bien hecho.
-Pastor, esto no es un secuestro. Usted lo sabe.
-Bueno. Entonces, ¿ya ocurrió?
El hombre que acababa de contestarle era el mayor de los tres hermanos, también hermanos de sangre. Tenía en el rostro las huellas de una vida pasada en la que se había arrastrado en las calles, viviendo del robo y muriendo en las drogas, hasta que un día se acercó a Esteban en una parada de bus y éste le predicó a Cristo. Era el mayor, y por él, el Evangelio había entrado a su casa, a sus dos hermanos menores. Ahora estaba allí, comandando el operativo de rescate de su líder y amigo. Dejó ver sus dientes nuevos por el retrovisor cuando respondió:
-Sí, ya pasó. Anoche entraron a su cuarto. Lo destrozaron. Esta mañana dieron su nombre en la lista diaria de traidores. Dicen que hallaron propaganda antigubernamental.
-Pero si ahí sólo tenía ropa y dos Biblias. 
-Por eso.
-¿Ustedes están en la lista?
-No, pero lo estaremos cuando lo atrapen a ud. Ya sabe  que siempre empiezan por arriba.
-Hiere al pastor y las ovejas serán esparcidas. Esos tipos conocen la Biblia.
-Eso mismo. Además, esta mañana entraron a las patadas a la Congregación y la tomaron en nombre de la patria. La Iglesia está cerrada, Pastor.
-No lo está, mientras tengamos boca para hablar.  No lo está.

Entonces Esteban sintió una puñalada en el estómago. Su incipiente gastritis lo atacó a traición en el peor momento. Se recompuso un poco.
-Estuve en esa lista de traidores desde el principio, pero me dejaron de último. Es un tipo de honor bastante extraño. Un honor que no merezco.
El muchacho joven que iba sentado atrás, a su lado, lo miró muy serio, con miedo. El chico que no llegaba a los 17 años, tragó saliva. Quizá esperaba algo más del último líder que les quedaba. Estaba perdiendo la esperanza.
Esteban lo comprendió al momento. Entonces se dio una sonora palmada en el muslo derecho y con su mirada de niño trató de consolar a todos en el carro que ahora se descolgaba por una pendiente atravesando la cordillera. Pero sabía que no era bueno en eso. No era un hombre elocuente, como tampoco lo había sido Moisés. En el púlpito él hablaba palabras que no eran suyas, todos lo sabían. Nunca había sido un héroe, ni un carismático, ni un visionario, ni un tipo sobresaliente en nada. Era sólo un hombre, como cualquier otro.
Finalmente dijo en un tono paternal:
-He aprendido a vivir en abundancia y escasez. No hay que temer al que mata el cuerpo, sino al que puede matar el alma. En casi todo el mundo hoy persiguen a la Iglesia de Cristo. Nos tocó y hay que afrontarlo de la mejor manera. 
El mayor de los hermanos que iba en el asiento del copiloto cambió de expresión en su rostro. Dejó ver en sus ojos una mezcla de miedo y de verguenza.
-Nosotros no podemos hacerlo.
 Hizo un largo silencio y luego agregó. 
-Cuando lo llevemos donde lo tenemos que llevar, se quedará usted y nosotros cruzaremos la frontera. Tenemos familia y están sufriendo con todo esto. Usted entiende, ¿verdad? Pero si quiere, puede venir con nosotros y hacemos una iglesia para los exiliados, como están haciendo otras congregaciones. 
Esteban suspiró.
-Calvino hizo algo así. Yo no soy tanto. Vayan en paz y vuelvan cuando todo esto haya terminado.

Otra puñalada en el estómago lo dejó sin aire. Calló.

El sol se ponía sobre las montañas que habían quedado atrás y la larga carretera bordeada de matas de pasto seco que enfilaba a los llanos lejanos y verdes,  parecía no tener fin. El cielo se empezaba a encapotar y una tormenta eléctrica se desataba sobre la estepa no muy lejos de ellos.

Entonces Esteban Z. ex ateo de armas tomar y escritor de blasfemias sin nombre, devenido en cristiano por la Gracia de Dios, dio otro suspiro de alivio. 
Había llegado el tiempo de la angustia para el que se había preparado tanto. Pese a la situación, le traía paz a su corazón el no haberse casado nunca. Antes, porque su egoismo no se lo había permitido y ahora, porque sabía que tarde o temprano la persecución se agudizaría en su país y en ese caso era mejor afrontarlo solo. Pablo había predicado sobre aquello y Esteban se lo había tomado muy a pecho. Ahora veía en sus discípulos el temor por la familia. Él hubiera sentido lo mismo de haberla tenido.Y así, hubiera tenido que irse, como ellos. Sabía en lo más profundo de su corazón que tenía que quedarse, pero en ese momento no se sentía del todo listo. Era peor que eso. Lo invadió la duda, lo atrapó el miedo. Se ahogaba.

Esteban pidió al hombre de mediana edad que iba al volante, que parase el carro un momento en esa estación de tren abandonada en la estepa. En las ruinas, uno podía adivinar que allí solía haber un pueblo que ya no estaba. Algún viento mitológico había bajado de las montañas dando gritos de guerra y se los había llevado para siempre. Eso estaba ocurriendo con la fe en ese mismo momento. Con la fe en el mundo, en el país y en su propio corazón.
El coche se detuvo y levantó una nube de polvo.  Esteban bajó en silencio, lo abrazó una filosa brisa helada empujada por la tormenta que ocurría quizá a un kilómetro de él. Hundió sus ordinarios ojos negros en el azul del cielo despejado que se abría sobre su cabeza y oró a Dios en voz audible para que le diera fortaleza.

-Heme aquí Señor, sólo armado de tu Palabra, clamando por TÚ Presencia.
 
De aquí en adelante y por siete años lo hospedarían cada noche en una casa distinta; se trasladaría de un lugar a otro como el prófugo que ya era, usando disfraces de todo tipo y cambiando identidades una vez al mes. Predicaría a Cristo crucificado clandestinamente en establos, en sótanos, en claros de monte infestados de mosquitos, en laderas de cerros cubiertas de espinas, a la orilla menos amable de los ríos, en todos los lugares posibles en los que su dificultad para llegar fuera un escudo momentaneo contra aquellos que lo perseguirían implacablemente. Susurraría el Evangelio a los enfermos en los hospitales del Estado, entraría a las cárceles llevando consuelo a los hermanos detenidos, escribiría versos de la Biblia sobre piedras a los lados de los caminos, pintaría por las noches Salmos en las laderas de las montañas en donde todos los pudieran ver. Lo haría por siete años, todos los días, pese a los puñales del estómago, siempre acosado por la policía secreta, rechanzando el miedo a la captura o a veces cayendo dominado ante él. Su fe a ratos parecería cojear, resquebrajarse, se preguntaría si todo aquel sufrimiento en verdad valdría la pena, pero se restablecería pronto con redoblado brío, esforzado y valiente.  Enfermaría de tuberculosis, el régimen diezmaría aún más a la Iglesia perseguida al punto de tener presos o desaparecidos a todos sus líderes. Y un día, harto de esconderse y con secuelas de la enfermedad disminuyendo cada uno de sus pasos, pero sin dejar de hablar nunca, entraría caminando a una comisaría cantando alabanzas a Dios y predicando salvación a los policías que lo esposaban y hacían el trámite para mandarlo a la cárcel de presos políticos en lo más hondo de la selva. 
Allí, libre de la carcoma de la clandestinidad, predicaría en las celdas improvisdas, en esos nidos de ácaros y piojos, hediondos a ácidos del cuerpo y a miserias humanas. Lo castigarían para que ya no enseñara en ese Nombre, lo colgarían de un brazo durante toda la noche, lo azotarían hasta hacerle perder el sentido, pero nunca, nunca, lo harían callar, porque quedaba claro que ya no se trataba de él ni de su cuerpo, sino del Mensaje, el mensaje que le quemaba en la boca para que lo dejara salir, las Buenas Nuevas, tan necesarias en un momento de desesperación que ahogaba a todo país. 
Hasta que un día la malaria lo tumbaría en un colchón húmedo de paja podrida y ahí recibiría a la muerte cantando: "Mi corazón entona la canción... Cuán grande es EL". Y lo echarían a una fosa común, sin nombre, un cúmulo de tierra en medio de la nada. Esa era la gloria que le esperaba si no se marchaba ahora.

 Sí, al final lo callaría la muerte, pero un día no muy lejano después de eso, el supremo líder también moriría sentado en el baño, así lo hallarían, y así publicarían las fotos en los diarios ahora que sin él la censura oficial se desmoronaba en cuestión de horas. La fe perseguida volvería a ser legal con la llegada del nuevo orden, y los hombres convertidos a Cristo por Esteban en la cárcel serían una de las puntas de lanza del reestablecimiento del cristianismo en la república renacida de sus cenizas, porque los hombres mueren, pero si antes sembraron, perviven en los frutos... Aún sin ellos, la semilla brotará en abundancia.
Todo aquello le mostró el Señor a Esteban en esos tres minutos en que oró ahí, en medio de la nada. Dejó caer una lágrima y el corazón se le estremeció. Pero ya no tenía miedo. 
 Subió al carro. Sonaba en un celular,  Cuán grande es EL.   
Miró por la ventana la llama roja del último sol de ese día y suspiró profundo, porque él sabía que había llegado la hora.
Entonces dijo: Heme aquí Señor. Envíame a mí. Estoy listo. 

lunes, 7 de noviembre de 2016

El Libro Más Maravilloso del Mundo.


Empecé a leer desde muy niño, porque mi madre trabajaba todo el día y yo me quedaba solo. Ella era enfermera y a veces cubría turnos contínuos, demasiado largos en el Hospital de Niños y luego en el San Juan de Dios. A los 5 años me regaló tres cuentos infantiles. Desperté, ella ya no estaba, pero sí estaban los tres pequeños libros: El Gato con Botas, Aladino y Ali Babá y los 40 ladrones. Entonces descubrí que leyendo, podía eludir sin problemas esa puerta que quedaba cerrada por fuera durante muchas, muchas horas. Leyendo, el encierro se hacía divertido.
Luego seguí leyendo todo cuanto caía en mis manos, porque cuando dejamos la ciudad, en el  pueblo al que llegamos, nunca pasaba nada. Sólo llegaba un canal de TV, visible nomás cuando había buen tiempo. Y cuando no había viento. 
Lo seguí haciendo, porque nunca aprendí a bailar (me rendí pronto ante aquello. Jamás entendí la razón lógica de bailar). Finalmente, seguí leyendo, porque descubrí sin el menor asombro que no me interesaba la gente. Eran un ruido que yo prefería evitar. Eran el ruido que no había cuando encerrado leía los tres libritos que me regaló mamá.
De todo lo que leí en estos años (mi biblioteca sigue siendo robusta, pese a dos ataques con fuego, ataques re largos de explicar), de todo lo que leí, decía, no encontré nunca un libro como éste: 
La Biblia. 
La gran diferencia entre todas las obras que antes le daban la razón de ser a mi vida y éste libro tan maltratado por mí entonces (pero que hoy me es la vida misma) es que los autores de aquellos, son hoy grandes creadores muertos. Bonitos nombres en mohosas lápidas reverenciadas y vistosas portadas a veces exhibidas más por ego que por amor.  Mientras que éste... Uff, el autor de éste libro lo lee con vos, a tu lado. Te hace detenerte para leer de nuevo y  comprender. Te abre el entendimiento para tu propio asombro. Te lleva de la mano por los caminos de Dios. Te lo susurra, te lo sigue leyendo en tu interior así sea que lo hayas dejado para hacer otra cosa. Te lo lee mientras duermes. Te lo lee cuando abres los ojos y cuando los cierras.
Este es el único libro vivo que he conocido. Que conozco. Por eso hoy es el primero, es mi favorito. Copio sus versos en las palmas de mis manos para memorizarlos, los escribo en las paredes de mi casa, los pego en papelitos sobre el monitor en el que trabajo, lo escucho por el celular cuando camino a todos lados. Porque caminando es cuando más veces he oído la voz de Dios. 
Los versos de este libro han sido armas poderosas para derrotar momentos de dificultad, y han sido bálsamo refrescante en tiempos de sosiego. 
Porque Dios y Su Palabra son la misma cosa.
Por eso es un libro único y lo llevo a todos lados, en las manos, en la mente, en el corazón. En cada bocanada de aire. 
Siempre. Para siempre. 

lunes, 31 de octubre de 2016

BREVE ANÁLISIS DE MARCOS 3:27/ SI NO LE GUSTA LEER, NO INTENTE ABORDAR ESTE BARCO






Durante los años que estuve muerto, creí que la Biblia era la novela más extraordinaria que se había escrito. 
La leía con sorna, sí, pero confieso que sus historias me parecían literariamente fantásticas. Para mí era la mejor ficción del mundo.
Hasta que un día tuve ojos para ver y oídos para oír, y mi relación con este libro maravilloso cambió para siempre. 
Hoy para mí ya no es un libro. Es un lugar en donde me puedo encontrar con mi Padre, a la hora que sea, en el sitio que sea. 
Basta que lo abra y lo lea desde el corazón con los ojos de la fe y de la razón. Entonces El me habla.

Desde muy temprano en mi vida como cristiano entendí que mi relación con Dios se basa en una diaria y fuerte comunicación de ida y vuelta con EL. Diaria.
Por eso el cristianismo no es una religión reiterativa y muerta. Es una relación viva, dinámica, permanente. Una relación 24/7.

Nosotros le hablamos a EL mediante la oración, y EL nos habla a través de revelación en vigilia o en sueños, o por terceras personas y fundamentalmente, por SU Palabra registrada en la Biblia desde hace ya miles de años. Es el primer libro impreso de la historia. Es el más distribuido en el planeta, y es el más perseguido de todos los tiempos. Es SU Palabra viva y eficaz, y más cortante que espada de dos filos.

Tengo por costumbre pedirle a mi Padre en oración que me diga lo que tiene para mí en ese día, y entonces abro la Biblia y generalmente mis ojos se posan en un verso que sí, no me caben dudas, es para mí. 

Eso hice anoche. 

Mi familia dormía. Puse música de adoración, bajita, hablé con mi Señor y le pedí Palabra para mí. 

Me salió ésta: 


Marcos 3:27 Ninguno puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no le ata, y entonces podrá saquear su casa. 

Confieso que tenía una idea muy general del significado del perqueño verso, pero decidí conocer más a fondo todo lo que había para mí en esas líneas. 

Pedí sabiduría. 

¿A qué exactamente se refería Jesús en este verso?
¿Quién era "ninguno"? ¿Cuál era la casa del Hombre Fuerte? ¿Quién es el Hombre Fuerte? ¿Qué o quiénes son los "bienes" del Hombre Fuerte? ¿Y qué significaba exactamente eso de "atar"?

Como se ve, por fe comprendía en general, pero racionalmente no entendía nada. Y yo debo entender en ambos planos, sino, no me quedo tranquilo. 
Siento que mi convicción cojea de un pie. Y así no se puede respirar.

Oré cortito de nuevo, le dije al Señor que si era su soberana voluntad, me dé un poco de la sabiduría que sólo viene de lo alto, para entender.  Para no perderme el manjar que yo sabía, había detrás de esas palabras.

Poco a poco el velo que separa lo natural de lo sobrenatural, se fue disipando. 

Entonces tomé el verso y lo dividí en ideas: 

Marcos 3:27 (Ninguno)  (puede entrar en la casa) (de un hombre fuerte) (y saquear sus bienes), (si antes no le ata), (y entonces) (podrá saquear su casa). 

En general el verso describe una acción ofensiva, porque la idea es confrontar a un formidable enemigo (un hombre fuerte), entrar en una casa que no es la tuya, y saquearla. 
Es fuerte. Es violento y hay una forma de hacerlo: Atando primero al que vigila esa casa. 
De aquí surgió la necesidad de definir cada proposición... cada palabra. 

Había que determinar a los sujetos activos del verso. Principalmente: el ninguno y el hombre fuerte.

¿Quién es "ninguno"?: De entre todos nosotros, nadie, ninguno es capaz de violentar (entrar) el territorio (la casa) de un Hombre Fuerte, si PRIMERO no lo vence...  
La condicionante es clave, y permitirá preguntarnos, de qué modo podemos lograrlo, pero antes hay que determinar la oposición central del verso. El tipo a vencer.

¿Quién es el Hombre Fuerte?: Ok. ¿Quién es este sujeto? ¿a quién se refiere Jesús?

El Maestro, en el Evangelio de Mateo aclara más la figura de este personaje: 

Mateo 12:28 Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.
29 Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa. 

Se va aclarando, ¿no? Entra en escena la figura de demonios.

Incluso, el primer verso, el Marcos 3:27, en la versión de la Biblia Nueva Traducción Viviente, es más específico sobre este Hombre Fuerte: 

Marcos 3:27 Permítanme darles otra ilustración. ¿Quién tiene suficiente poder para entrar en la casa de un hombre fuerte como Satanás y saquear sus bienes? Solo alguien aún más fuerte, alguien que pudiera atarlo y después saquear su casa.


Claramente entonces el Hombre Fuerte es satanás, o su respectivo comandante al frente de un determinado grupo de demonios a cargo de un país, de una ciudad, de una familia o de una persona. 
La jerarquía demoniaca es una copia fiel de la celestial. Como buen engañador, satanás es un imitador. 



Pablo explica cómo es que está ordenado el reino de los caídos. 

Efesios 6:12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. 

Cada bloque jerárquico tiene un comandante. Un hombre fuerte a cargo.

Un ejemplo de hombre fuerte o de demonio príncipe de una región terrenal (cada país, cada ciudad tiene un principado demoniaco sobre él), un ejemplo de príncipe caído, decía, es el que le sale al encuentro al arcangel Gabriel, cuando éste llevaba la respuesta de Dios a las oraciones de Daniel, durante la cautividad israelita en Babilonia.

Daniel  10: 12 Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido.
13 Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia. 
 (...)
20 El me dijo: ¿Sabes por qué he venido a ti? Pues ahora tengo que volver para pelear contra el príncipe de Persia; y al terminar con él, el príncipe de Grecia vendrá.
21 Pero yo te declararé lo que está escrito en el libro de la verdad; y ninguno me ayuda contra ellos, sino Miguel vuestro príncipe. 




Gabriel le dice a Daniel, que Miguel es su príncipe, debido a que el Comandante de los Ejércitos de Dios, el arcangel Miguel,  es el guarda particular de Israel... Y Daniel es un israelita orando por la libertad de Israel.

¿Y de dónde saco yo que Miguel es el Comandante de los ejércitos de Jehová de los Ejércitos?


Apocalipsis 12: Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles;
pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.
Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.

 satanás y los suyos están en la Tierra, gobernándola entre aquellos que rechazan a Dios.Y si la gobierna, es un hombre fuerte.


Atar al Hombre Fuerte

Ya sabemos quién es. Ahora hay que ver cómo lo atamos. 
Hasta la venida de Jesús, nunca antes Dios había morado en los hombres, cuyos cuerpos son llamados a ser templo del Espíritu Santo. Esa nueva cualidad otorga al cristiano la autoridad en el Nombre de Jesús, para pisar la cabeza de serpientes y escorpiones espirituales. Entonces tiene poder de Dios y puede atar al enemigo.

1 Corintios 6:19
¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?

Dios mora en nosotros, y por eso tenemos poder sobre el enemigo.


Marcos 16:17 
Y estas señales acompañarán a los que han creído: en MI Nombre echarán fuera demonios (...)

Mateo 16:1Y yo también te digo, que tú eres Pedro,[a] y sobre esta roca[b] edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
19 Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.

 Quien confiese que Jesús es el Señor, recibe el Espíritu Santo, se vuelve templo de EL, y lo que haga en la Tierra, será hecho en el cielo... Lo que ate acá, será respaldado allá. 
Y las puertas del infierno (satanas) no prevalecerán contra los hijos de Dios, porque El vive en nosotros. 


 La Casa del Hombre Fuerte

Tenemos la autoridad para atar al hombre fuerte y para entrar en su casa. satanás es llamado en la Biblia como el "príncipe de este mundo", y si príncipe, dueño, luego de que Adán en su caída le entregara el gobierno de la creación, hasta el día que Jesús volvió para poner en orden las cosas.

2 Corintios 4:4
Pero si nuestro Evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto;
en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del Evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. 

Y aún hay más: 

Juan 12 31 Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. 


satanás no pudo ser dueño del Cielo con su rebelión, por lo que fue expulsado de allí. Pero a través del engaño al primer hombre, obtuvo el reino en la Tierra. Es el hombre fuerte del mundo que no acepta a Dios.
No tenía rival, hasta el día en que Cristo murió y resucitó por nosotros, pagando nuestra deuda de pecado y liberándonos de los yugos de la muerte heredados por la transgresión del primer hombre. 

Lucas 10: 17 Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.
18 Y Jesús les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
19 He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.



El enemigo gobierna entre aquellos que no aceptan el gobierno del Hijo de Dios, quien libera y vivifica a los que fueron oprimidos.Y les dá autoridad en su Nombre.

1 Corintios 15:22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.


El mundo sin Dios es la casa del hombre fuerte... 


Los bienes a ser saqueados: Son esos hombres sin Dios, por lo que el hombre fuerte hace con ellos todo cuanto le place, dándoles en muchos casos, una engañosa sensación de libertad. Así no se sacudirán del yugo espiritual que los condena al infierno.  

Si uno mira bien el verso que inició todo este análisis, hay un orden específico: Atar, entrar y saquear... lo que es del hombre fuerte. Y por qué eso? Bueno,  porque él lo obtuvo vía engaño. Puede que legalmente el mundo caído sea suyo, pero no legítimamente, proque Dios entregó este mundo al hombre. Y el hombre es el que debe recuperar, con la ayuda de Dios.

Entonces, leyendo el verso a la luz de esta nueva revelación, es como si el hombre fuerte velara fuera de su casa, por lo que antes que nada, hay que derrotarlo con armas que no son carnales, sino poderosas en Dios, según dice Pablo. El apostol de los gentiles hace una descripción detallada de la armadura de Dios en su carta a los Efesios 6:10 en adelante.No las describiré, para no aburrir, pero ahí está el verso. para quien quiera consultar.


Entonces, desentrañando las maravillas del verso estudiado, Marcos 3:27, se tiene que: 
Hoy atamos al hombre fuerte con el poder del Espíritu Santo en nosotros, entramos a su casa (el mundo sin Dios) y saqueamos sus bienes (ganamos territorios y vidas para Cristo).
Esa es nuestra tarea en Cristo, mientras estemos en esta Tierra. 



EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Nimrod, el fundador de Babel, es el primero en ser llamado Hombre Poderoso ante Dios (hombre fuerte).
A ver: 


Genesis 10: 8 Y Cus engendró a Nimrod, quien llegó a ser el primer poderoso en la tierra (hombre fuerte).
Este fue vigoroso cazador delante de Jehová; por lo cual se dice: Así como Nimrod, vigoroso cazador delante de Jehová.
10 Y fue el comienzo de su reino Babel, Erec, Acad y Calne, en la tierra de Sinar.


 
De la descendencia de Nimrod, el primer hombre fuerte mencionado en la Biblia, surgieron los filisteos  (Géneis 10:14), contra los que combatieron Sanson, Saúl y David. Los filisteos fueron los eternos enemigos de Israel hasta el día de hoy (son los llamados palestinos). 

Y sigue: 

Génesis 10:
15 Y Canaán engendró a Sidón su primogénito, a Het,

16 al jebuseo, al amorreo, al gergeseo,
17 al heveo, al araceo, al sineo,
18 al arvadeo, al zemareo y al hamateo; y después se dispersaron las familias de los cananeos.
19 Y fue el territorio de los cananeos desde Sidón, en dirección a Gerar, hasta Gaza; y en dirección de Sodoma, Gomorra, Adma y Zeboim, hasta Lasa. 
A Canaán y todos esos pueblos descritos en este verso enfrentaría Israel. Ellos habitaban la Tierra Prometida, por lo que para tomarla, debieron "atar al hombre fuerte, entrar a su casa y saquearla". 

Dios promete a sus hijos vida y victoria cuando avancen sobre los territorios del hombre fuerte.

Nimrod se quiso hacer como Dios tratando de llegar con su torre en Babel hasta el cielo, por lo que las lenguas de los hombres fueron confundidas. 
De él nació la idolatría babilónica que sufre el mundo hasta estos días y su descendencia hizo la guerra contra el pueblo de Dios, pero el Señor llevó a Israel a vencer a los filisteos hasta el día de hoy,  y a tomar la tierra de Canaán con mano fuerte y brazo extendido. 
El moderno estado de Israel se levanta hoy sobre el antiguo Canaán. Ya entonces el Señor y su pueblo ataron al hombre fuerte, entraron a su casa y saquearon sus bienes.  

Allí también se cumplió lo que dice el verso central que nos ocupa.

Pero hay más: Nínive, ciudad fundada por este Nimrod, primer Hombre Fuerte de la tierra (Génesis 10:11), fue ganada para Dios a través de la prédica del profeta Jonás. Un sólo hombre ganó a una ciudad entera para el arrepentimiento. 

Jonás 3:Vino palabra del Señor por segunda vez a Jonás, diciendo: Levántate, ve a Nínive, la gran ciudad, y proclama en[a] ella el mensaje que yo te diré. Y Jonás se levantó y fue a Nínive conforme a la palabra del Señor. Y Nínive era una ciudad sumamente grande[b], de un recorrido de tres días. Jonás comenzó a recorrer[c] la ciudad camino de un día, y proclamaba, diciendo: Dentro de cuarenta días Nínive será arrasada.
Y los habitantes[d] de Nínive creyeron en Dios, y proclamaron ayuno y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos.


Nuevamente, se ató al hombre fuerte, se entró a su casa y se la saqueó. 

Este pequeño verso se cumple en la Tierra desde los días de Nimrod hasta los nuestros.

Entonces, el mensaje de Marcos 3:27 es: Aceptamos a Cristo, nos llenamos del Espíritu Santo, atamos en el Nombre de Jesús al hombre fuerte que gobierna una ciudad, un barrio, una familia, una persona, y entonces Espíritu Santo entra en ese territorio y lo gana para Dios. 
De eso se trata. 
Esto ocurre todos los días. 
Está pasando en este mismo momento.  

Después del análisis guiado por mi Señor, el mismo que me dejó completamente agotado, cerré la Biblia y dormí de maravilla.