lunes, 7 de noviembre de 2016

El Libro Más Maravilloso del Mundo.


Empecé a leer desde muy niño, porque mi madre trabajaba todo el día y yo me quedaba solo. Ella era enfermera y a veces cubría turnos contínuos, demasiado largos en el Hospital de Niños y luego en el San Juan de Dios. A los 5 años me regaló tres cuentos infantiles. Desperté, ella ya no estaba, pero sí estaban los tres pequeños libros: El Gato con Botas, Aladino y Ali Babá y los 40 ladrones. Entonces descubrí que leyendo, podía eludir sin problemas esa puerta que quedaba cerrada por fuera durante muchas, muchas horas. Leyendo, el encierro se hacía divertido.
Luego seguí leyendo todo cuanto caía en mis manos, porque cuando dejamos la ciudad, en el  pueblo al que llegamos, nunca pasaba nada. Sólo llegaba un canal de TV, visible nomás cuando había buen tiempo. Y cuando no había viento. 
Lo seguí haciendo, porque nunca aprendí a bailar (me rendí pronto ante aquello. Jamás entendí la razón lógica de bailar). Finalmente, seguí leyendo, porque descubrí sin el menor asombro que no me interesaba la gente. Eran un ruido que yo prefería evitar. Eran el ruido que no había cuando encerrado leía los tres libritos que me regaló mamá.
De todo lo que leí en estos años (mi biblioteca sigue siendo robusta, pese a dos ataques con fuego, ataques re largos de explicar), de todo lo que leí, decía, no encontré nunca un libro como éste: 
La Biblia. 
La gran diferencia entre todas las obras que antes le daban la razón de ser a mi vida y éste libro tan maltratado por mí entonces (pero que hoy me es la vida misma) es que los autores de aquellos, son hoy grandes creadores muertos. Bonitos nombres en mohosas lápidas reverenciadas y vistosas portadas a veces exhibidas más por ego que por amor.  Mientras que éste... Uff, el autor de éste libro lo lee con vos, a tu lado. Te hace detenerte para leer de nuevo y  comprender. Te abre el entendimiento para tu propio asombro. Te lleva de la mano por los caminos de Dios. Te lo susurra, te lo sigue leyendo en tu interior así sea que lo hayas dejado para hacer otra cosa. Te lo lee mientras duermes. Te lo lee cuando abres los ojos y cuando los cierras.
Este es el único libro vivo que he conocido. Que conozco. Por eso hoy es el primero, es mi favorito. Copio sus versos en las palmas de mis manos para memorizarlos, los escribo en las paredes de mi casa, los pego en papelitos sobre el monitor en el que trabajo, lo escucho por el celular cuando camino a todos lados. Porque caminando es cuando más veces he oído la voz de Dios. 
Los versos de este libro han sido armas poderosas para derrotar momentos de dificultad, y han sido bálsamo refrescante en tiempos de sosiego. 
Porque Dios y Su Palabra son la misma cosa.
Por eso es un libro único y lo llevo a todos lados, en las manos, en la mente, en el corazón. En cada bocanada de aire. 
Siempre. Para siempre. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario