Hay veces que Dios usa a los personajes menos pensados para darte una lección, una paliza interior que sólo busca levantarte, despertarte, empujarte, desatarte. No es de esas palizas que te dejan botado con el hígado acalambrado, sino una que te hace crecer, te robustece. Aunque en un primer momento vos no lo sabés y creés que todo va mal.
Hace un momento, mientras meditaba en Su Palabra, EL puso en mi corazón un evento que había sucedido hacía ya algunos años, cuando yo recién empezaba este Camino maravilloso de la resurección en vida.
Aquella vez, un ateo entusiasta y super lector de la Biblia (los hay que la conocen mejor que nosotros) me arrinconó vía redes sociales con una pregunta pública que no pude responder en ese momento. Y es que a veces, la única manera que hay para que acudamos a El, es en una situación difícil. Muchos han buscado a Dios cuando todo lo demás había fallado. Y aún así, ese acercamiento ha sido para bendición.
De modo que cuando aquel intrépido ateo me preguntó con ánimos de atraparme, por qué Isaías dice que el Mesías se llamaría Emanuel, pero el arcangel Gabriel le dice a María que su nombre será Jesús; confieso que sí, que me atrapó, a mí, el hombre que incluso hasta hoy le cuesta perder.
Yo no tenía la más pálida idea de qué responder, de modo que tuve que decir, con un nudo en la garganta que se sintió en cada golpe del teclado, que no. No sabía. Y me dolía no saber. Me dolía en lo profundo.
Sin embargo, comprendí de inmediato dos cosas: Que el Señor me había hecho llegar una maravillosa pregunta, que probablemente en otras circunstancias nunca me hubiera hecho, y de paso, me había dejado una deliciosa lección de humildad.
El no saber la respuesta, peor, ante un ateo, me había dolido, y ese dolor por ego lastimado era algo poco humilde de mi parte como discípulo de ese, según el ateo de marras, poco probable Mesías de nombres distintos.
Emanuel o Jesús, el Salvador del mundo, el Rey de reyes y Señor de señores, había dicho que el que quiera ser grande debía ser pequeño; que el que quiera ser servido, debía servir primero.
Y EL no sólo lo había predicado sino que lo había demostrado con su ejemplo. Siendo inocente, siendo el Hijo de Dios, había muerto como el peor delincuente, de la peor manera. Se había hecho el más pequeño de todos, para salvar a todos los que en EL crean, y luego de ese sacrificio había recibido del Padre, el honor de que ante EL se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra.
EL había resucitado al tercer día.
Y ahí estaba yo, pateado en la vanidad, sin posibilidad de resucitar después de ese golpe. Al menos eso creía yo. En medio del remezón de la derrota, comprendí que no había sido humilde, y que debía trabajar no sólo en saber las cosas, sino en vivirlas, en aplicarlas en mí. La humildad era una de esas cosas que debían pasar del mundo de las ideas, al mundo real en mi vida. Todos los días.
Esa noche o quizá antes, entré en la Presencia del Señor y le trasladé la pregunta:
¿Por qué Isaías escribía?:
Isaías 7:14 Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.
Y luego en el Evangelio el Arcangel Gabriel dice:
Lucas 1:30 Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
31 Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.
Entonces el dulce Espíritu Santo me dio la respuesta de inmediato. No había contradicción entre lo dicho por el profeta varios siglos antes y lo que ahora le decía el Arcangel a María, porque, en definitiva, no se trataba de los nombres, sino de lo que éstos significaban.
Al fin de cuentas, cada nombre, el tuyo, el mío, tiene un significado detrás que lo inspiró. Se trata de su esencia.
En mi caso, Darwin, un nombre bien conocido como de origen inglés, y bien puede ser el resultado de la conjunción de las palabras: Dark wind, Dark wild o Dark win... Y vaya si fue un nombre muy apropiado para mi vida durante 33 años.
Y así con todos los nombres.
Por lo tanto, en el caso del Mesías la figura no era distinta.
Entonces, cuando Isaías decía que el Mesías se llamaría Emanuel, y si Emanuel significa: DIOS CON NOSOTROS, entonces el profeta estaba diciendo en realidad el atributo que tendría este Mesías, que sería pues eso, DIOS CON NOSOTROS. Jesús estuvo con nosotros, en medio de nosotros, con nosotros.
Cuando el arcangel decía a María que el niño se llamaría Jesús, y si Jesús significa, DIOS SALVA, entonces el arcangel estaba dando además, como el profeta, un nuevo atributo del Mesías, que sería pues el de DIOS SALVANDO A SU PUEBLO en la cruz. Eso hizo también Jesús.
Por tanto, no había una contradicción de nombres, sino un complemento de atributos divinos del Mesías en la Tierra. No solamente que con Cristo, Dios caminaría en medio de nosotros (Emanuel), sino que por EL, Dios nos salvaría (Jesús).
Jesucristo hizo ambas cosas. Como ya dije, no se trataba del nombre, se trataba de la labor del Mesías aquí.
No eran palabras contradictorias, eran anuncios complementarios.
No recuerdo si volví al Face para dar la respuesta correcta a aquel ateo entusiasta a quien Dios había usado para darme una lección. Lo que sí, es que ese día comprendí que para Dios todo obra para bien, incluso la manifiesta intención de un extraño que busca ridiculizarte públicamente. Ayer estaba herido en el ego, y ahora había crecido en el espíritu gracias a eso, a esa mala entraña, que en realidad era una labor pedagógica de parte de mi Señor, conmigo.
Esa vez tuve la certeza nuevamente de que Dios siempre está en control de todo y que en verdad todos sus caminos son misteriosos.
Cuando no sepas qué está pasando, cuando no lo entiendas, quedate tranquilo, EL sabe, y eso basta. Con el paso de los días verás que es así.
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