La consigna general era destruir todos los asentamientos judíos, ocupar completamente Jerusalem y ahogar en el Mediterráneo a los sobrevivientes de la batalla, si acaso había algo digno de ese nombre, ya que, ¿quiénes eran pues los judíos que debían arrasar? No eran más que granjeros de los kibutz (pequeñas sociedades agropecuarias), sobrevivientes del holocausto nazi, bastante traumaditos por cierto y la Haganah, un grupo paramilitar entrenado por soldados hebreos que habían servido con los aliados en la II Guerra Mundial. Nada de qué preocuparse. ¿Armamento? No, no no tenían. Cuando el líder del naciente Estado hebreo, David Ben Gurión, pidió comprar armas a Francia a través de créditos, los magnates de la muerte le dijeron que no podían dar crédito a gente que iba a ser ahogada en el Mediterráneo. ¿Dios? No, para los árabes Dios era Allah y ese estaba con ellos.
Con esa confianza avanzaron cinco ejércitos árabes y musulmanes de Egipto, Siria, Transjordania, Irak y Líbano sobre los cuatro costados del Estado hebreo que había renacido como tal el día anterior, el 14 de mayo 1948. Se trataba de ejércitos profesionales, apertrechados con equipo de guerra hasta las muelas por la URSS que se había asegurado el petróleo árabe en su Guerra Fría contra el capitalismo diabólico del Tío Sam.
Meses antes, en 29 de noviembre de 1947, la ONU había votado para determinar si se dividía o no la mal llamada Palestina (nombre impuesto por los invasores romanos tras la expulsión de los hebreos del reino de Israel, el 70 después de Cristo) en dos Estados: Uno árabe y otro judío. Bolivia votó a favor de la creación del Estado hebreo. Se decidió la partición, que los judíos celebraron, pero no así los árabes que amenazaron con destruir a los judíos si se atrevían a refundar ese país que había hecho la guerra a los árabes desde los tiempos bíblicos.
Israel renació como estaba escrito y cuando los ejércitos invasores trabaron batalla con las fuerzas judías se dieron cuenta que Dios no era allah, sino Jehová de los Ejércitos, el Dios de los padres de esos hombres y mujeres que en inferioridad de número, de equipo, de entrenamiento y de todo, sin ayuda de nadie, pelearon y derrotaron a la fuerza invasora que había previsto ahogar en el Mediterráneo a los judíos que no caigan en batalla.
Así nació Israel, sobreviviendo al odio árabe y musulmán (que hay árabes que no son musulmanes y musulmanes que no son árabes).
Como consecuencia del derecho de guerra, Israel tomó territorio que había sido previsto para la creación del Estado árabe, Estado que había sido rechazado por ellos mismos. Egipto se quedó con Gaza, y Jordania con las tan bíblicas como judías, Judea y Samaria, que luego se llamó Cisjordania.
Los mal llamados palestinos huyeron de los territorios conquistados por Israel y fueron mandados a campos de concentración en los países que supuestamente habían luchado por ellos. Hasta el día de hoy los palestinos no pueden ser ciudadanos de los países árabes. De Israel sí pueden y los hay. Un 20% de la población israelí es árabe.
Ni la ONU ni nadie reclamó el que Egipto tomara Gaza; o que Jordania se quedara con Cisjordania ni reclamó por el trato que le daban los árabes de otras naciones a los palestinos desplazados.
Isarel había sido recreado por orden de la ONU, fue agredido y se defendió. De eso se trató la guerra del 48.
La llegada al poder en Egipto, en 1952, por parte de Gamal Abdel Nasser, quizá el mayor líder árabe de la historia desde los tiempos de Saladino, prendió todas las alarmas, porque Israel ya manejaba la premisa de que el mundo árabe nunca va a la guerra sin Egipto. Y Nasser estaba dispuesto a ir a la guerra de nuevo.
Nasser no era musulmán, era parte de una de las dos fuerzas que desde siempre se han peleado el poder en el mundo árabe: era un militar, laico, nacionalista y prosoviético. No era un fanático religioso de la Hermandad Musulmana, la otra gran fuerza, la que apuesta por el terrorismo.
En 1967 Nasser movió sus piezas, se alió con Siria y con Jordania para atacar a Israel. Los aliados movieron sus fuerzas hasta las fronteras israelíes, Tel Aviv mandó a Golda Meir a negociar con el rey jordano, Hussein, para que no intervenga en el conflicto, a lo que el buen Hussein se negó arrastrado por el carisma de Nasser y por su filiación árabe musulmana que no aceptaba la presencia de un Estado judío. Israel respetaba al ejército Jordano. Era el único que le había ganado una batalla (por la parte vieja de Jerusalén) en la guerra de 1948. Pero la diplomacia no funcionó y debió pelear solo contra varios países, de nuevo. La estrategia la dio Napoleón cuando se debe enfrentar a varios enemigos al mismo tiempo: 1) Destruir al más poderoso, luego al más disciplinado, y finalmente a los demás. Eso hizo Israel. Decidió usar su fuerza principal para destruir a Egipto primero. Luego a Jordania y finalmente a Siria.
Mientras Nasser alardeaba en la radio describiendo victorias de una guerra que en ese momento aún no comenzaba, Israel hizo volar sus aviones Mirage franceses y destruyó a la aviación de los aliados aún en las pistas.
Con el dominio israelí de los cielos, la guerra duró 6 días y Egipto perdió la península del Sinaí y Gaza; Siria, los Altos del Golán, y Jordania perdió Cisjordania y la mitad de la ciudad vieja de Jerusalen que había conquistado en 1948. Por primera vez en 2000 años, Jerusalen era completamente hebrea de nuevo.
Nasser, derrotado, optó por sostener una guerra de baja intensidad, de desgaste, amparándose en la superioridad poblacional de Egipto con respecto a Israel. Llegó a decir que si por cada israelí debían morir 1000 egipcios, él no tenía problemas. Pero el muerto fue él. Un paro cardiaco acabó con su vida.
Murió Nasser, pero no el odio contra Israel.
En 1974, durante el día más sagrado del judaísmo, Yom Kipur, Egipto, Siria y Jordania atacaron de nuevo a Israel. Esta vez estuvieron a punto de vencer, porque Israel se había confiado en la incapacidad militar árabe. Sin embargo, esta vez también la URSS no sólo dotó de su mejor armamento en tanques y aviones a las fuerzas árabes, sino que mandó asesores y pilotos para combatir a Israel.
Tel Aviv, al ver todas sus fronteras violentadas (los sirios entraron muy, muy adentro del país hebreo) por primera vez pidió ayuda a Estados Unidos, que aún no había entendido muy bien la importancia de un Israel pro Estados Unidos en una región que era un nido de aliados soviéticos.
EEUU aprobó el envío de un avión lleno de armas. El presidente Nixon lo detuvo y dijo: "Si mandamos uno. Nos van a criticar en todos lados. Si mandamos 20, igual. Mandemos todo lo que se pueda". Y eso hicieron. Sin la intervención estadounidense esta vez Israel hubiera caído, pero venció de nuevo y persiguió a los sirios hasta quedar a 50 kilómetros de Damasco, y a los egipcios, hasta quedar a 80 kilómetros de El Cairo. Nasser y Hafez al Assad, padre del actual dictador sirio, pidieron ayuda a Moscú y los comunistas mandaron un barco armado contra Israel que no tenía una marina digna de enfrentar a la URSS. Estados Unidos por fin entendió que Israel era su aliado natural en la región cuando vio la reacción de Moscú, por lo que mandó su propio acorazado para defenderlo del ataque ruso. La URRS vio que el conflicto podría extenderse y detuvo su barco. A instancias de EEUU, Israel renunció a ocupar Damasco y El Cairo.
La ONU, harta de tanto lío, propuso que se firmara paz perpetua a cambio del territorio. Así Israel firmó la paz con Egipto a cambio de devolverle la península del Sinaí. A Jordania le dio la tuición de Cisjordania (que le había quitado en 1967) y le devolvió su condición de guardián de los lugares sagrados musulmanes en territorio israelí. A Siria le ofreció devolverle los Altos del Golán a cambio de paz, pero Siria, a diferencia de Egipto y Jordania, se negó a firmar la paz. Hoy, formalmente, ambas naciones siguen en guerra. Una guerra fría.
Esa fue la última vez que Egipto marchó contra Israel, y por lo tanto la última vez que los árabes intentaron destruir Israel por la vía militar convencional. El año anterior, en las Olimpiadas de Munich (1972), un comando terrorista palestino acabó con el equipo olímpico israelí. Desde entonces la nueva estrategia sería la del terrorismo.
En 2005 Israel entregó Gaza a manos palestinas a cambio de paz, pero lo que recibió de vuelta fue que Gaza se convirtiera en una ciudad-cuartel del grupo terrorista palestino Hamas. Desde ahí, camuflado entre civiles, hospitales y colegios, dicho grupo terrorista que gobierna el territorio lanza cohetes contra poblaciones israelíes y promueve mensajes y acciones de odio que terminan usualmente en atentados suicidas en las ciudades israelíes.
Golda Meir, primera ministra de Israel durante la Guerra de Yom Kipur, dijo: "El conflicto terminará cuando ellos amen más a sus hijos, de lo que odian a los nuestros".
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