Belén de Judá es una tierra ancestralmente hebrea (desde lo étnico) y judía (desde lo religioso).
No en vano en la Biblia se declara explícitamente que Belén era territorio de Judá, una de las 12 tribus de Israel. Lugar además emblemático por razones fuertes para el judaísmo y posteriormente, el cristianismo.
Allí nacieron dos reyes: El rey David, y luego uno mayor que él, Jesús.
Fue en ese lugar en donde el pasado 22 de mayo el presidente de la autoridad palestina, Mahmoud Abbas (encargado de la logística en los atentados terroristas que mataron al equipo olímpico de Israel en las Olimpiadas de Munich en 1972) recibió a Donald Trump.
Pero uno se pregunta: ¿qué hace un territorio vinculado fuertemente con la historia de Israel y con el nacimiento del cristianismo, en manos de terroristas musulmanes?
Es parte de la ocupación "palestina" (término surgido recién en 1967, antes de eso no existe nada de lo "palestino" como pueblo o como cultura), ocupación palestina, decía, sobre territorio israelí al amparo y la complicidad de la comunidad internacional.
Lo que la Biblia y la historia llaman: "Samaria y Judea"; la ONU llama "Banda Occidental del Jordán". Y se las dio a ellos. ¿Bajo qué argumento? Sólo les dio la gana.
Allí Trump se enteró del atentado terrorista en Inglaterra, en el que un concierto para niños y adolescentes, fue atacado por un miembro de Isis dando como resultado 20 personas muertas y 50 heridas.
En su discurso, el presidente estadounidense le dijo en la cara al terrorista Abbas, que el terrorismo islámico es cosa de perdedores. "No les digo monstruos, porque eso les gustaría ser. Les digo: perdedores. Y eso es lo que siempre serán".
Hay que ser muy Trump para decirle a la cúpula de Al Fatah, que gobierna Cisjordania, que rechazas el terrorismo y que los que lo practican son unos "loosers".
Me encanta la diplomacia del presidente gringo.
Qué te puedo decir.
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